miércoles, 25 de marzo de 2009

La historia de Adriano y Antinoo



Una historia realmente fascinante la de Adriano -Emperador de Roma- y su joven amante Antinoo.


Este joven de gran belleza ("el inescrutable bitinio" como le llamaba Tennyson), había nacido en Claudiópolis, al N.O. de la actual Turquía, hacia el año 110.


Adriano lo conoció tal vez hacia el 123 o 124, seguramente en uno de sus numerosos viajes por el Imperio. A partir de ahí, se hacen inseparables.


Un romance entre un adulto y un adolescente, que era conocido por todos. No olvidemos que Adriano era el dueño del mundo y podía hacer lo que quisiera, y además esto ocurrió en un momento muy singular de la historia, al decir de Flaubert:
"Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre."

Cuando Antinoo muere ahogado en el Nilo en misteriosas circunstancias (año 130), enfrente del mismo lugar de la muerte, Adriano ordena construir una ciudad en memoria de su amado, la célebre Antinoópolis. Como dice el mexicano Francisco de la Maza en su erudito y divertido libro "Antinoo, el último dios del mundo clásico":
"La ciudad de Antinoo es la única ciudad-templo-sepulcro que se haya construido para recordar a un ser humano en la larga historia del mundo. Pudieron erigirse las pirámides para albergar las momias reales egipcias; pudo labrarse el mausoleo de Pérgamo como una tumba colosal; pudo esculpirse la joya del Taj-Mahal para un sepulcro precioso; pero una ciudad entera, sólo Antinoópolis. Por eso no hay templo en ella. La ciudad misma es el templo."

Fue además Antinoo la única persona NO integrante de la familia imperial cuya imagen fue reproducida en monedas y medallas en todo el Imperio, salvo en Roma. Ahí no le tenían mucha simpatía. Las primeras monedas con su imagen aparecen en Grecia hacia el 134. El culto de este joven, divinizado por el mismo Adriano, perduró durante tres siglos después de la muerte del emperador, ocurrida en julio del año 138 en Bayas. Dicho culto fue permitido y hasta alentado por –nada menos que- más de veinte emperadores! Le llamaban "el dios amable".


De ningún otro personaje del mundo antiguo se conservan tantas estatuas, relieves, medallas, etc... También una constelación con su nombre aparece en los atlas celestes hasta el siglo XIX, debajo del Águila. Y aún se escriben libros acerca de él, 1.900 años después de su muerte.
¡Nada mal para un adolescente griego de origen oscuro!


El relato más emocionante del romance entre Adriano y Antinoo se encuentra, por supuesto, en el clásico de Marguerite Yourcenar "Memorias de Adriano", capítulo "Saeculum Aureum". Hay numerosas ediciones de este libro lleno de poesía, con el agregado –para los afortunados lectores de la edición española- de que la traducción de Julio Cortázar es excelente.