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“Da l'acque, ignari, la gran libra d'oro - trassero" (aguafuerte para ilustrar la edición de "Novissima" de las poesías de G. Carducci) |
Gracias al artículo aparecido en la
Revista de Arte de El País de Montevideo, me enteré de la gran exposición de obras del maestro argentino Pío Collivadino, "Buenos Aires en Construcción".
Bienvenida esta reivindicación de uno de los grandes olvidados del arte en la vecina orilla. Pero que mucho tuvo que ver también con nosotros.
Comparto un artículo aparecido en la revista argentina "Histonium" poco después de su muerte:
COMIENZO ORIGINAL DE SU AFICIÓN ARTÍSTICA
Eminentemente porteño, Pío Alberto Francisco Collivadino había nacido en Buenos Aires en el barrio de la Concepción el 20 de agosto de 1869. Tenía trece años cuando, cursando estudios en la Escuela Normal de Profesores, el Dr. Roberts, al practicar una visita médica de inspección, le advierte una afección ocular, que sorprende a nuestro futuro artista por la ausencia total de algún síntoma alarmante. Dedicado durante año y medio a la curación del delicado órgano visual y estimando haber pasado el tiempo requerido para su reincorporación, intenta volver a las aulas donde sus deseos son definitivamente rechazados.
Truncas así sus aspiraciones de estudiante y en tanto define el curso de su vida manipulando rumbos, carga con las herramientas de carpintero de su padre, un humilde lombardo de recia textura moral, a quien acompaña con la secreta intención de admirar de cerca al pintor de interiores.
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Pío Collivadino |
Ya por entonces se interesa por todo aquello que en alguna forma tienda a nutrir su sentido estético en gestación.
Un día se arroba de tal suerte ante la labor que ejecuta el maestro decorador, que, encaramado en los últimos peldaños de la angosta escalera que tocaba el techo, casi pegado a los píes del pintor, Collivadino sigue extasiado la mágica mutación. A medida que los pétalos anémicos de las rosas de un florón de yeso -remate de rigor aún en los cielorrasos más modestos- se van transformando, adquiriendo sensación de vida por obra del pincel, el pequeño admirador siente tan profundamente la belleza del color que, terminada la labor de ese día, de vuelta al hogar se repite en alta voz:
"Cómo me gustaría saber hacer eso ..."
Y al confiar su inquietud a su madre para contar con su aprobación en primer lugar, aquella, sintiendo al hijo, puntualiza el natural asombro con esta expresión:
"¿Sabes? Es un secreto que sólo conocen los pintores..."
Y en la síntesis ingenua, pura y modesta, su madre sella en tácito acuerdo con el hijo el sentido de una feliz predestinación.
Dos días después Collivadino iniciaba su aprendizaje de pintor moliendo azul de Prusia al aceite, coronando el primer gran día de su noviciado magistralmente "teñido" de azul.
Treinta años después, ya consagrado, el exquisito pintor de Buenos Aires halla entre sus caros recuerdos, la vieja tapa de un libro "Mayor" de la "Carpintería del Ancla" que había pertenecido a su padre . . . Era una cubierta deslucída, de cantos y bordes gastados cuya existencia le sorprende por considerar que su utilidad había expirado hacía mucho tiempo.
La tomó varias veces entre sus manos deteniendo instintivamente el impulso por arrojarla a la basura, cuando su sentido profundo de observación, intuyendo una razón de lógica para haberle destinado un lugar entre sus cosas amadas, le lleva a analizar el desdibujado concierto de números y nombres aislados que cubren holgadamente el envés de la vieja cubierta. Así logra descubrir, cerca de un borde, los trazos inconfundibles de su padre en esta simbólica frase:
"Pío Collivadino empessó a trabacar de pintor li 14 de Novembre del 1882".
Tocado tan de cerca por la sensible radiación de amor y celo paterno que esas sencillísimas palabras le transmiten, el artista conmovido suma a su gloria, la gloria del mensaje de la vieja cubierta.
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"Riachuelo", 1916 |
LAS PRIMERAS ACUARELAS
El año 86 sorprende a Collivadino en franca comunidad con el pincel. Con una rudimentaria cajita de ocho pastillas, un pincel de juguete y un modesto álbum ensaya las primeras acuarelas.
Collivadino desconoce la técnica del dibujo y el secreto de la perspectiva. No cuenta siquiera con la directiva ni el consejo oportuno de algún maestro. Pero su concepción artística reclama su contacto con la naturaleza. Es necesario que el artista "raso", el adolescente hambriento de motivos capte la vibración externa enfocada con avidez por su propio sentido estético.
La Boca del Riachuelo, la típica y hospitalaria barriada urbana, le ofrece el verde brillante de la isla Demarchi con su flora virgen ceñida por los brazos del río, el añejo colorido de sus casas de madera y cinc, la complicada trabazón de cordeles, palos y velamen de los barcos anclados en el río y en el engranaje humano del puerto, una montaña de múltiples reflejos.
En ese escenario se desplaza Collivadino casi todos los domingos y feriados.
Instalado en el tranvía a caballo que corre por Brown, eje medular de esa aurícula gigantesca que vitaliza el sur urbano, su viaje toca a término frente al embarcadero de los botes. Con prisa, temiendo que la marea llegue a cubrir el retazo de paisaje que ya destina a su imaginación, costea el muelle que limita la entrada a la isla, se instala precariamente y con los escasos elementos de que dispone, se resuelve a pintar.
Frente a la magnífica poesía natural que aprisiona sólo en una pequeña parte de su campo visual, el pintor adolescente se conmueve. En ese momento sus manos nerviosas, transformadas en alas levísimas por un íntimo deseo interior, hubieran hendido el espacio para empaparse de azul y traer a su álbum barato un puñado de belleza cenital.
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"Arco de Triunfo" |
La realidad habría advertido a un pagano de su ineptitud, más en Collivadino, pugnando la fibra artística que llevaba dentro de sí, en una producción febril, de ebriedad estética, de eclosión, pinta en ese solo día, 19 de Septiembre de 1886, las cuatro primeras acuarelas de su pródiga iniciación.
De "África" y "La Argentina" dos veleros españoles anclados en el puerto; de la nitidez de rasgos con que perfila la iglesia de Santa Felicitas tomada desde Brown a quince cuadras de distancia; de la severa comba arquitectónica de la Vieja Aduana y de todas las acuarelas del viejo Buenos Aires, documento de inestimable valor histórico pintadas después de ese día, se desprende tal frescura mañanera, que las acuarelas impresionan hoy, pasado medio siglo, con la misma lozana inspiración con que fueron ejecutadas.
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Collivadino en su estudio de Roma, pintando "La Via Appia" |
COLLIVADINO EN ROMA
Apuntalada su afición artística por la inteligente previsión paterna, Collivadino se dirige a Roma con el propósito de perfeccionarse en las artes decorativas.
No cuenta más que con sus propios recursos, el fervoroso entusiasmo de su aspiración interior y el secreto deseo por dominar las formas del arte que tanto le apasiona.
El oro íntimo de sus ventiún años justifica plenamente ese maravilloso juego de luces que da la esperanza.
En Roma inicia sus estudios ingresando como alumno regular de la Real Academia de donde egresa seis años después. Durante ese tiempo, Collivadino, que no tuvo que tropezar con la dificultad del idioma, porque había sido alumno de la "Societá Nazionale Italiana" —fundadora de la escuela italiana en Buenos Aires— se vincula tan estrechamente a todo lo representativo de la cuna inmortal del arte; se liga tan íntimamente a los artistas; se arraiga con tanto amor a la patria de sus padres; estudia, elabora, sueña, pinta y trabaja con tal ardor y tesonero esfuerzo, que su figura de muchacho reidero y feliz, se hace popular en las calles de Roma, las plazas, los museos, el café, en la fonda Naschetta cerca del Tíber, y es reclamado siempre por la exigente Comisión del Círculo Artístico de Roma, presidida por el célebre Monteverde, por la genial creación de sus fantásticos bocetos.
Practica durante tres años la técnica del fresco porque aspira, de regreso a su patria, dedicarse a esa especialidad. Una idea de esa perfecta asimilación la revela el maestro mundial César Maccari, cuando en 1906, le designa para ejecutar los frescos del nuevo Palacio de Justicia en Roma.
Esta honrosa distinción a nuestro artista, en una época de ponderables valores italianos en franca floración, señala un triunfo de mérito de tales quilates que Collivadino es el primero a quien cupo la gloria de fijar una estrella de ese orden en la órbita inicial del arte nacional.
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"Paternidad", 1898 |
En 1898, ya en Buenos Aires, expone en el Salón del Ateneo una muestra selecta de dibujos, carteles, y pinturas. Se presenta como un simple estudiante solicitando modestamente la opinión de los entendidos. En estos primeros pasos, cuya seguridad en el mundo del arte suponía relativa, y en los firmes y jalonados que marcó después hasta alcanzar la cumbre, el eximio pintor que huyó siempre del halago, el cálculo y el torrente pirotécnico del elogio mundano, estimó siempre y hasta con dolor, no haber andado todo cuanto hubiera deseado.
Un año después, subvencionado por el gobierno a iniciativa del entonces ministro Enrique B. Moreno, vuelve a Roma a fin de perfeccionar su labor y desarrollar en campo tan ilimitado, su profundo sentido de observación. Esta vez se instala en el Corso Humberto I N9 12, último piso, en la misma casa donde se aloja D'Annunzio.
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Disfrazado de niño precoz en una fiesta en la Boca -otra muestra de su sentido del humor- en noviembre del 32 |
De su jocundo buen humor y del espíritu de su carácter abiertamente dispuesto a la broma de buen gusto y a las sutilezas de alto vuelo, dan buena cuenta el tono de estos avisos pegados alternativamente en la puerta de su estudio:
Avviso che il pittore é infermo.
Avviso i signori ladri che ho depositato tutta la mía fortuna nelle Banche. In qualunque modo se non lo credono possono entrare.
Il pittore é andato in America e tornerá presto. Dirigersi al suo amministratore: Palazzo del Vaticano.
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Via Appia |
A partir de 1900, Collivadino encaja en el movimiento pictórico general como una pieza de sólido prestigio. La "Via Appia", cuyo marco del más puro estilo romano era también obra de su pincel, ya le señalaba como un artista de relieves propios.
La expectativa por esa esperanza del arte nacional se encuentra largamente compensada con su díptico "Vita Onesta" aceptado en la importante muestra Internacional de Venecia, en cuya notable ejecución revela poseer todas las aptitudes de forma y concepción para llegar muy lejos. Esta tela, adquirida por la Galería Artística Marangoni, de Udine, constituía el elogio más completo de su obra.
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Vita Onesta |
El joven artista Ripamonte escribiendo con ese motivo a su amigo le decía: "que era un loable triunfo ser admitido en un certamen de tal importancia, venciendo serias resistencias por ser extranjero y sin vinculaciones con "maestros" y '"padrinos", prueba efectiva de la cual has salido triunfante. . ."
Así comentaba la revista Caras y Caretas el triunfo de Collivadino:
Con su último cuadro «Vida honesta», que es un díptico al óleo, ha obtenido un nuevo triunfo; ha sido aceptado en la Exposición Internacional de Venecia, en la cual no ocuparon lugar sino obras de reconocido
mérito artístico. Se trata de una pareja de mujeres laboriosas, que están en su guardilla, pidiéndole a la aguja el sustento de sus vidas. Es un cuadrito lleno de sentimiento, de verdad y de colorido. El otro es el cementerio de los pobres, donde duermen el último sueño tanto los haraganes como los que no lo fueron, y donde encuentran ellos la tranquilidad para sus días consagrados al trabajo.
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La hora del Almuerzo |
Su "Hora del Almuerzo" que expone también en la muestra de Venecia y adquiere el gobierno argentino para el Museo Nacional, en 1903, mereció de los maestros italianos y del severo crítico Vittorio Pica, un elogio tan ajustado y conceptuoso que lo consagran en definitiva.
Un año más tarde presenta en la misma exposición "Sera sul Bastione" figurando en la sección española al lado de maestros de la talla de Sorolla, Zuloaga y Anglada, porque no se había creado la sección argentina. Y otra vez nuestra patria se ganaba un lauro en una muestra extranjera de tanto valor.
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"Caín", 1898-1900 |
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Collivadino en su estudio y junto al modelo que posó para "Caín" |
Su estudio es ya por entonces un crisol de fecunda actividad. De la simplicidad de su físico de “figonero encharcado de vino dei castelli”, se desprende una extraña multiplicidad de aspectos de color. Inquieto, dinámico, exuberante, bromista, lírico, soñador, es el bohemio más feliz y equilibrado. Deja en sus telas toda la riqueza de su poesía interior; en sus bocetos para el Círculo Artístico de Roma, toda la expresión de su imaginación genial; en los frescos toda su ambición; en las fiestas de carnestolendas y en los sugestivos mascarones, cuanto pueda suponer su inteligente chispa sutil.
Pasa las vacaciones en Mortara, cuna de origen de sus padres, hasta donde llegan los ecos de su triunfo en Roma, donde había recibido altas condecoraciones oficiales.
Su amor por Italia no disminuyó jamás. En efecto, hace dos meses, estando ya gravemente enfermo y habiéndose enterado de que artistas argentinos acababan de organizar una exposición de pintura a beneficio del Comité de Ayuda a Italia, se apresuró a enviar un cuadro suyo que fue vendido entre los primeros.
EN BUENOS AIRES
En 1907 regresa definitivamente a su país. Forma con Dresco, Fader, Irurtia, Lynch, Quirós, Ripamonte y Rossi el grupo "Nexus", verdadera avanzada del arte, que preconiza, gesta e impulsa un movimiento artístico de puro y genuino ambiente nacional.
Requerido por el gobierno de Montevideo para decorar al fresco la capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral, Collivadino deja en esa magnífica ejecución una maravillosa obra de arte de la que sólo puede envanecerse el Uruguay.
También ejecutó con Carlos M. Herrera las decoraciones del Teatro Solís, y en América los paneaux decorativos del hall del Pabellón Argentino en la Exposición de San Francisco.
Aquí, como en la patria de su adopción artística, Collivadino se prodiga con el mismo dinámico ardor. Lucha, produce y derrocha a manos llenas toda la experiencia que ha traído en sus manos, ya maestras para el pincel.
Por eso, más que Director de la Academia Nacional de Bellas Artes cuyo cargo desempeñó por más de treinta y cinco años, formando en cada curso una pléyade de artistas, Collivadino fue un pintor, un poeta del color.
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Collivadino en sus últimos años |
Fue el lírico pintor de los barrios humildes, el propulsor vigoroso del arte nativo, el humano plasmador del dolor en el ritmo múltiple de la vida física.
Enfocando el mundo objetivo desde cualquier ángulo de su vasto campo ideal, lograba proyectar a la tela una conjugación tan perfecta de fluidez y diafanidad en el color, forma y movimiento, que desde el crítico más exigente hasta el profano en cultivación artística, descubría espontáneamente esa sutil vibración estética que conmueve por su sencillez, radiosa sin buscar efectos. Era, en esencia, el artista personal y completo.
Falleció el 26 de agosto de 1945.
UN HOMENAJE MONTEVIDEANO
Artista polifacético e inquieto, Pío Collivadino diseñó también carteles de propaganda de cigarrillos.
Tal vez tomando en cuenta esa faceta de su actividad artística, muy poco después de su fallecimiento, apareció uno de sus cuadros ilustrando un aviso de los cigarrillos
"La Paz" en la prensa montevideana.
El cuadro elegido fue "El Truco" (1917), que actualmente integra la exposición en Buenos Aires.
El aviso apareció el 21 de octubre de 1945 en El Día.
COLLIVADINO ESCENÓGRAFO
Como ya vimos, Pío Collivadino dirigió la Academia Nacional de Bellas Artes hasta 1943. En esa institución introdujo los estudios de grabado y escenografía. También fue Presidente del Directorio del Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires.
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Página del programa de la función del 5 de setiembre de 1908, día del estreno de “Aurora” |
El 5 de setiembre de 1908 se estrenó allí la ópera
"Aurora", con la dirección del propio compositor, Héctor Panizza, y con argumento de Héctor Quesada. Entre los intérpretes había nombres destacados, como María Farnetti, Amadeo Bassi y Tita Ruffo entre otros.
En el llamado “intermedio épico” de la partitura, se escuchó aquel día por primera vez la preciosa canción patriótica a la bandera del mismo nombre -Aurora- que todos los niños argentinos han cantado en la escuela.
El maestro Collivadino diseñó en esa ocasión la escenografía, de la cual podemos ver en la siguiente imagen la correspondiente al segundo acto, que representa una residencia cordobesa.
LOS MURALES PERDIDOS DE MONTEVIDEO
Aunque era un formidable pintor de acuarelas y óleos, Collivadino siempre se consideró a sí mismo como un muralista. En alguna ocasión declaró que la pintura mural era un arte realmente viril y que el óleo era "para mujeres."
Ya lo había hecho en Roma, pero vuelto al Río de la Plata, sólo pudo desarrollar su vocación de muralista en Montevideo. Los grandes encargos para murales en Buenos Aires eran en ese entonces monopolizados por pintores italianos.
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Collivadino pintando los murales de la Catedral, caricatura por Rossi, en la revista La Semana |
En la primera década del siglo XX, Pío Collivadino fue requerido por el gobierno de Montevideo para decorar al fresco la Capilla del Santísimo Sacramento de la Catedral, “maravillosa obra de arte de la que sólo puede envanecerse el Uruguay”, según el biógrafo del pintor.
Pero lamentablemente, a fines de 1959 se demolió la mencionada capilla por estar en estado ruinoso, y las autoridades de la época hicieron oídos sordos a los pedidos de los amantes del arte, que intercedieron para que los frescos de Collivadino fueran trasladados a la tela -técnica usada frecuentemente por arqueólogos y restauradores de arte- para evitar su destrucción.
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Emocionantes imágenes de la capilla montevideana en el Museo Pío Collivadino |
En setiembre de aquel año,
Luis Bausero publicó un artículo denunciando la irreparable pérdida. En la primera parte de su artículo habla sobre el trabajo de rescate de los murales de una tumba etrusca por parte de arqueólogos italianos, y después pasa a denunciar la indiferencia oficial ante los murales perdidos:
Las pinturas habían sido realizadas en la primera década del presente siglo por el gran pintor argentino Pío Collivadino (1869- 1945), nombre ilustre en la Historia del Arte del país hermano. Dos obras murales había dejado Collivadino en nuestra ciudad, ésta a la que nos referimos en la Catedral y la que se ve en el techo de la sala del Teatro Solís, realizada ésta última con la colaboración de Carlos María Herrera (W. E. Laroche: "Elementos contributivos a la Historia del Arte en el Uruguay”, Montevideo, 1951).
La decoración de la capilla de la Catedral era una obra de delicada realización, fina expresión auténtica de una etapa de la historia de la pintura; ejemplo vivo, casi único, de un modo de expresión pictórica que pudo haber quedado como lección insustituible para mostrarnos una noble realización en un estilo que fue expresión de una época. CoIlivadino había dejado en esa cúpula una gran obra de pintura mural -rarísimas en esa época en nuestro medio- que en verdad era poco contemplada, tal vez por faltarle una correcta iluminación y por el estorbo que significaba para ello la enorme araña -agregado heteróclito en el ambiente- que impedía la contemplación del equilibrado conjunto y en especial de la notable ronda de ángeles que escapaban hacia la luz del ojo de la cúpula.
Esta obra mural de Pío Collivadino fue destruida hace pocos días, casi diría hace pocas horas, no obstante haberse propuesto su traslado a la tela para evitar fuese destruida con la demolición de la falsa cúpula sobre la que fuera pintada. Dado el estado precario de esta falsa cúpula se hacía necesario su demolición, mas las pinturas podían ser salvadas trasladándolas a la tela para ser posteriormente o recolocadas en su ambiente original o guardadas en algún museo o vendidas o regaladas. Lamentablemente no se quiso guardar la obra de Collivadino y ella se fue entre el polvo de la demolición y un monumento más entre los pocos que poseemos, desapareció ante la indiferencia y el desamor por las auténticas expresiones de arte. Un ejemplo más que nos demuestra cuán necesaria se hace entre nosotros una legislación que ampare nuestros monumentos de arte impidiendo hechos semejantes; una legislación que proteja la obra de interés cultural, sea ésta propiedad del Estado o del particular ya que siempre es un bien nacional.
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La cúpula ya despojada de los históricos frescos de Collivadino |
Señalamos este contraste entre lo que se termina de hacer en Tarquinia con las pinturas de la Tumba de las Olimpíadas y lo que también se termina de hacer en la Catedral de Montevideo, no tan sólo como un dolor por la obra perdida de Collivadino sino también para que ello sirva de llamada a la atención de todos y todos seamos uno para evitar que vuelvan a producirse hechos tan deprimentes en el campo de nuestra cultura.
En cuanto a los frescos del Teatro Solís, pintados en colaboración con Carlos María Herrera, aún se conservan y fueron restaurados por el equipo de Ruben Barra. Algunas imágenes de la restauración:
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Barra trabajando en la ¿errata? "Shakspeare" |
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Firma de los dos pintores |
LOS PANNEAUX DE SAN FRANCISCO
En 1915 se realiza la Exposición Internacional de San Francisco. Se le encomienda a Pío Collivadino la decoración del Pabellón Argentino en la misma, y el artista pinta entonces una serie sublime de "panneaux" que es una de sus más excelsas producciones.
Toma motivos propios de cada provincia para formar composiciones alegóricas con cosas tan poco académicas como vacas, ovejas, trigo o personajes vestidos a la usanza local.
Sobresale allí la belleza del físico masculino: hombres trabajando, y niños y adolescentes con sus cuerpos desnudos o semidesnudos.
Falta el color, pero estas reproducciones en blanco y negro aparecidas en "Caras y Caretas" en enero de 1915, nos dan una idea del maravilloso trabajo de Collivadino.
Aquí la crónica de Juan P. Mendoza:
Pío Collivadino ha puesto una vez más de manifiesto su técnica de maestro y sus méritos de colorista, con motivo de los panneaux que acaba de pintar para ser colocados en el Pabellón Argentino de la Exposición de San Francisco de California.
Los ocho panneaux representan simbólicamente a toda la República en su concepto histórico, etnográfico, comercial, agrícola y artístico.
Buenos Aires y Santa Fe se hermanan en la composición, así como Entre Ríos con Corrientes, Córdoba con San Luis, Tucumán con Santiago del Estero, Mendoza con San Juan, Salta con Jujuy, y La Rioja con Catamarca; las gobernaciones forman un solo panneau.
Buenos Aires y Santa Fe se representa por una ilustre matrona que presencia el engrandecimiento de esas provincias por las artes, la agricultura y el comercio.
Entre Ríos, por sus inmensos trigales y su ganadería; Corrientes, por sus naranjales;
Córdoba, por su dique de San Roque y sus caleras; San Luis, por sus magníficas canteras de ónix;
Tucumán, por su concepto histórico, como cuna de la Independencia Argentina, sus cañaverales y refinerías; Santiago del Estero, por su explotación de maderas;
Mendoza y San Juan, por sus viñedos y su elaboración vitivinícola;
Salta y Jujuy, por su fabricación de ponchos y su flora tropical;
La Rioja y Catamarca, por sus pequeñas industrias, el laboreo de sus minas y su ganadería;
y las Gobernaciones por toda su naciente riqueza agrícola - ganadera.
El conjunto de estos panneaux es de un hermoso efecto. El artista se ha sujetado a los temas impuestos, sin que ello perjudique al conjunto artístico. Buen dibujo, magnífica disposición, y un color sobrio y brillante hace destacar las figuras en poses majestuosas. El artista se ha inspirado en el alto concepto patriótico de la obra que realizaba, como para que perdure en los que admiren los panneaux en la Exposición de San Francisco, que al sur de América ha surgido a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación.
BILLETES URUGUAYOS DISEÑADOS POR PÍO COLLIVADINO
En armonía con los sublimes panneaux de San Francisco, está el diseño de Collivadino para un billete uruguayo que nunca llegó a circular (1916).
Pero el dibujo principal del mismo (escena de labores del campo) sí se utilizó posteriormente en tres emisiones.
Así aparece el boceto original del maestro en el almanaque del Banco de la República del año 1989:
La primera emisión, de color rojo, circuló a partir de 1937 (el contrato es de junio de 1936).
En este primer billete, la escena aparece más completa que en emisiones posteriores. Nótese la gran similitud con los panneaux del Pabellón Argentino. Y es que ambos trabajos son casi contemporáneos, apenas un año de diferencia.
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Detalle de la primera emisión |
Las dos emisiones siguientes (1952 y 1967) fueron de color verde, con la diferencia de que, en la última, aparecen ya las firmas de las autoridades del
Banco Central, que tomó a su cargo desde entonces la emisión de billetes en nuestro país.
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Detalle de la última emisión |
JULIO HERRERA Y REISSIG VISITA LOS FRESCOS DE LA CATEDRAL
Agrego este dato curioso que acabo de encontrar (abril de 2023) en el libro "El yesquero del fantasma" de Pedro Leandro Ipuche (1889-1976), donde el autor recoge textos suyos leídos en conferencias, homenajes, programas de radio, etc. En el "Homenaje de los poetas uruguayos a Julio Herrera y Reissig" (marzo 25 de 1943), cuenta:
"Me parece verlo, al crepúsculo, subir los anchos peldaños de entrada a la Catedral, la tarde que fue a contemplar los Frescos de Collivadino en la Capilla de los Dolores.
Bastón macará debajo del brazo, guante descalzo en la mano, con la elegancia inalterable de su vida y la irradiación temerosa de un arcángel...
Todavía lo recuerdo, detenido en mis mejores visiones de mocedad."
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Fuentes consultadas:
Artículo base:
“Desaparece, con Pío Collivadino, un símbolo de la pintura nacional”, reseña biográfica por Nené Devoy en revista “Histonium”, octubre de 1945.
Del artículo de la Revista Arte de El País mencionado al comienzo, son las fotos de los frescos de la Catedral.
Revista "La Semana", diciembre 11 de 1909.
Revista Caras y Caretas, 14 de febrero de 1903.
“El arte argentino en San Francisco de California”, artículo de Juan P. Mendoza en el Número Almanaque de Caras y Caretas, enero de 1915.
“De la Tumba de las Olimpíadas a la Catedral de Montevideo” y "Las manos profanadoras de monumentos", artículos por Luis Bausero, en el Suplemento Dominical de El Día,
Montevideo, setiembre 20 y diciembre 13 de 1959.
Artículo sobre "Aurora" escrito por el Arq. Néstor Echevarría, desde Buenos Aires, para el Suplemento Dominical de El Día de Montevideo, Nº 2630, 25/03/84.
Colección “Argentina en el Arte”, Vol. 1, Nº 7, “Los murales”, por José María Peña. Viscontea, Buenos Aires, 1966.