Luis Antonio de Villena, gran escritor español al que ya hemos mencionado en este blog (y una fuente de inspiración a la que siempre volveremos), escribió una interesante semblanza del Emperador Adriano para la revista "La Aventura de la Historia".
Apareció publicada en la sección "Mi Héroe", página 130 del número 49, en noviembre de 2002:
PUBLIO ELIO ADRIANO
A este emperador romano nacido en Itálica (Hispania) en el año 76, lo ha hecho modernamente célebre la novela de Marguerite Yourcenar Memorias de Adriano (1951), donde la autora franco-belga, con respeto a la Historia, da voz a un hombre, sin duda excepcional dentro de las condiciones del Mundo Antiguo, quiero decir aquí sobre todo, dentro de un mundo que aceptaba como normal la institución de la esclavitud...
Adriano -lejanamente emparentado con Trajano, su antecesor en el poder y final padre adoptivo- fue un intelectual enamorado de la belleza, que procuró conservar y acrecentar un patrimonio artístico y una cultura (la grecoalejandrina) en cuyos valores creía absolutamente. Fue designado emperador de Roma el año 117 y durante su reinado sólo hubo una guerra importante, que fue una revuelta en Judea (uno de los más inestables y problemáticos territorios del Imperio) entre 132 y 135.
Adriano joven, Museo del Prado, Madrid |
Adriano (en latín Publius Aelius Hadrianus) viajó a lo largo de sus dominios y procuró ser justo, benevolente, sabio y feliz, hedonistamente feliz... Una de las monedas que se acuñaron con su efigie, lleva esta inscripción: Humanitas, felicitas, libertas. Siendo muy joven, leí esas palabras -y el sentido que el César quería darles- y quedé deslumbrado. Y creo que sigo deslumbrado, porque pocos gobernantes (aún hoy) son capaces de asumirlas o declararlas: Humanismo, felicidad, libertad...
Moneda de Adriano con la inscripción "Libertas" |
Adriano (que amaba mucho a Grecia y singularmente a Atenas, fuente de la cultura en que bebía) residió un par de años en esta ciudad, promoviendo las obras públicas, entre ellas, la finalización del Gran Templo de Zeus Olímpico, que había iniciado Pisístrato, más o menos 700 años antes. Construyó su célebre villa en Tíbur (Tívoli) cerca de Roma, y entre tantísimas obras, su propio mausoleo, base hoy del Castel Sant'Angelo.
Se enamoró de un muchacho bitinio, Antínoo, que murió ahogado en el Nilo cuando tenía unos 20 años. Adriano llenó el Imperio de magníficas estatuas de ese amado -de hermosura rotunda- que encarnaba lo Bello Ideal. Una forma humana de la perfección del mundo.
Se dice que escribió -Adriano- unas memorias, que se han perdido, así como sus cartas. Pero de este hombre que aspiró a la belleza, a la armonía, a la libertad, a la paz y a la natural pluralidad moral, se conserva un poemita -que según una tradición, probablemente apócrifa- recitó en su lecho de muerte:
Animula, vagula, blandula... (Almita, errante, dulce...).
Han pasado cientos y cientos de años (Adriano murió en 138) y el César hispano sigue siendo, creo, un alto ejemplo de humanismo abierto. De buen ser hombre. Nada menos.
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Luis Antonio de Villena es autor también de un precioso poema que viene a ser como un reproche para los dos escritores (Peyrefitte y Montherlant) de los que hablamos en el post anterior.
Contra los "cazadores" de jovencitos en las calles -esos "Antinoos" heridos-, van dirigidos sus versos:
ANTÍNOO HERIDO
También es posible que esos ardidos buscadores
de belleza, acechadores del minuto hermoso de la juventud,
también es posible que ellos no sepan amar, sin más.
La infancia, siempre. Un oscuro, herido daño primordial,
cierto, pero (incapaces de darse, egoístas, medrosos,
íntimamente cubiertos de sangre) no saben amar...
Buscan entonces con sed la gloria adolescente del
leopardo, el muchacho de Maratón, el dorio atleta suave
como los rubios aqueos, u oscuro como los coptos
que servían vino y miel... Noche tras noche, la búsqueda
no cesa y el Todo se desmiga en multitud...
¡Con lo hermoso que es compartir la vida en amor,
ver dormir, cansado del amor, a tu buen amigo feliz!.
¡Desdichados estetas, agonizantes mendigos de una luz!
(Antonio Luis de Villena, en su libro “Alejandrías: antología”, Editorial Renacimiento, 2004)
El artículo de Adriano lo pueden leer también (levemente modificado, sobre todo por la duda en el lugar de nacimiento) en la página de Antonio Luis de Villena.
Antes de leer a Suetonio y a otros historiadores romanos, leí "Memorias de Adriano" de Yourcenar. Recuerdo que estaba sufriendo en el ala de cuidados intensivos mientras leía la novela y me fascinó, me pareció una maravilla.
ResponderEliminarGenial este post dedicado a Antinoo, quien por cierto es parte de este blog (está hasta en el título). Realmente me ha gustado leerlo.
Así que tal vez esa lectura ayudó a tu recuperación. A mí me encanta la manera tan poética en que está escrito el libro, aun sin ser prosa poética. Los pasajes dedicados al amor de Adriano por Antinoo tienen una luminosidad especial, son maravillosos.
EliminarMe alegra que te guste el post, quise reunir en un solo lugar esos dos escritos del gran Villena.
Antinoo fue y es inspiración para el blog. Pero estoy en deuda con él, debería publicar más cosas suyas, ya que es un blog abierto en su memoria.
Un abrazo, Arion, y gracias!
Leer ese libro, hace años, me hizo olvidar que estaba en la cama de un hospital. Y para cualquiera que haya estado en hospitalizado poder imaginarse en otro lugar es ya toda una proeza.
EliminarMe olvidé decirte que también me gustó el poema, y por supuesto la foto que lo acompaña.
Un abrazo.
Es la magia de la lectura. No sé si viste el video de los libros voladores, que ganó un Oscar.
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=l9k5buV45oo
No sé si lograrán crear una tecnología que pueda sustituír el placer de ir pasando lentamente las páginas de un libro.
El poema de Villena es un llamado de atención a quienes buscamos placeres pasajeros con jóvenes hermosos. Me incluyo en esa categoría. Estamos descuidando lo más profundo, los sentimientos verdaderos, el fondo de la vida.
La foto sí, es una belleza.
Gracias por estar siempre conmigo, Arión, tu amistad es muy importante para mí.