Este escritor apasionado por la antigua Grecia y por sus ideales, traía seguramente en la sangre gran parte de ese sentimiento por lo helénico. Baste recordar que su padre, Don Alberto Nin, aquel diplomático de extrañas actitudes y compleja personalidad, fue quien hizo las gestiones ante el gobierno británico para traer a nuestro Museo de Bellas Artes los calcos de las esculturas del Partenón. Este hombre estuvo durante varios años como Encargado de Negocios del Uruguay en Inglaterra. Posteriormente fue enviado también a Bélgica y a Suiza. Esos años, desde 1887 hasta 1896 aproximadamente, coincidieron con parte de la niñez y adolescencia de Nin Frías.
Y es indudable que la huella más profunda que quedó en su corazón fue la de su formación en un colegio inglés de la época victoriana.
En ese momento se vivía en el ambiente de esos colegios la efervescencia plena de una de las “primaveras del homoerotismo” –de las que hubo varias en la historia del mundo-, hasta tal punto que la homosexualidad llegó a ser conocida como “el morbo inglés”.
Cada escuela pública, cada colegio, tenía ‘tutores’. Estos eran en general estudiantes mayores, que vigilaban la conducta y los hábitos de varios alumnos más jóvenes por cuya amistad rivalizaban, y con quienes mantenían frecuentemente una relación íntima.
Se ridiculizaban los valores victorianos y se consideraba el amor entre muchachos como la más alta forma de amor.
Si bien las relaciones eran más que nada platónicas, es interesante lo que uno de aquellos estudiantes rememoraba años después: “En la Universidad, sentimiento y deseo estaban dirigidos casi exclusivamente al sexo masculino. No conocí a nadie que por aquella época pensara en mujeres”.
En ese momento se vivía en el ambiente de esos colegios la efervescencia plena de una de las “primaveras del homoerotismo” –de las que hubo varias en la historia del mundo-, hasta tal punto que la homosexualidad llegó a ser conocida como “el morbo inglés”.
Cada escuela pública, cada colegio, tenía ‘tutores’. Estos eran en general estudiantes mayores, que vigilaban la conducta y los hábitos de varios alumnos más jóvenes por cuya amistad rivalizaban, y con quienes mantenían frecuentemente una relación íntima.
Se ridiculizaban los valores victorianos y se consideraba el amor entre muchachos como la más alta forma de amor.
Si bien las relaciones eran más que nada platónicas, es interesante lo que uno de aquellos estudiantes rememoraba años después: “En la Universidad, sentimiento y deseo estaban dirigidos casi exclusivamente al sexo masculino. No conocí a nadie que por aquella época pensara en mujeres”.
En el excelente libro “La degeneración del 900”, Carla Giaudrone nos habla sobre el helenismo en la obra de Nin Frías, y especialmente sobre la influencia que en él ejerció el ensayista y crítico inglés Walter Pater (1839-1894), que junto con John Addington Symonds (1840-1893) fue uno de los iniciadores de la “primavera” que mencionábamos antes.
Giaudrone intercala también algunas citas del libro ‘Sordello Andrea’:
“En la escritura de Alberto Nin Frías la norma predominantemente andrógina de la escultura griega y los retratos del Renacimiento italiano es recuperada creativamente y propuesta como un espacio estético desde el cual el deseo homoerótico, expresado sin ansiedad ni pánico, se presenta como un medio válido de reflexión cultural. A través de sus numerosas novelas, artículos y ensayos, el escritor promueve el equilibrio entre el culto al ideal de belleza helénica, representada por el cuerpo musculoso del joven atleta, y la esencia de la identidad nacional griega.”
“... este singular escritor busca en la estética sexual victoriana –especialmente en la obra de Walter Pater- una genealogía redentora del homoerotismo que logra sobrepasar las fronteras aceptadas del continuum homosocial del período.”
“El uruguayo encuentra en Pater lo que la tradición hispánica le negaba: una genealogía redentora de la amistad masculina y el rescate del sentido estético-sexual de la cultura helénica.”
“Es en el Sordello Andrea donde el uruguayo le rinde tributo a su maestro inglés, y desarrolla en torno a los aspectos que más lo cautivaron de la lectura de Walter Pater:‘Lo que me le volvió interesante, y esto por ser una característica helénica, fue su pasión por la juventud armoniosa, de cuerpo y alma. Enamorado de la Roma de Marco Aurelio, del Renacimiento, del Aufklärung, describió
siempre al joven de la época. Y aun más, en sus estudios sobre literatos y pintores del Renacer italiano, sólo describe aquellos en cuyas vidas hay indicios de apasionamientos extraños. Con placer marcado, encuentra las frases más tersas y más veladas para ofrendar a la amistad romántica. Ello se desprende de su impecable versión de la leyenda de Amis y Amile; de las vidas de Sandro, Leonardo o Winckelmann.
Los heroicos Leandros, los alados mensajeros de Maratón, los Antinoés también le seducían. (...) No hay nada de ambiguo en este culto: es en Pater manifestación de pureza de alma. En su solitario aprecio de la forma corpórea como indicio de una bella mentalidad, es acaso el último discípulo de Píndaro, cuyas odas servían de apología a la juventud victoriosa. Muchos genios le acompañan en esta religión.’
En Sordello Andrea, el deseo del artista por el cuerpo del adolescente varón se presenta como uno de los principales elementos en el proceso de la creación. Para el narrador, la genialidad que conduce a la innovación cultural se asocia directamente con el culto al adolescente. Tendrán que pasar unos veinte años para que Nin Frías en ‘Homosexualismo creador’ consiga definir con mayor precisión el potencial creador del ‘amor griego’ por el efebo, una pasión que el autor ubica en un lugar destacado de la filosofía platónica.
“El culto del efebo fue, sin duda, la idea del amor que acotan los interlocutores del diálogo platónico y de esa fe participaron la mayoría de los superhombres de Grecia (...). Parece a los modernos –y aun a aquellos que estudian objetivamente estas costumbres para aclararlas y comprenderlas- a tal punto extraño este amor griego que no se le concibe sino como una aberración, como una anomalía, o como la neurosis colectiva de una raza y, no obstante el más cerrado razonar, esa pasión condujo a un mundo ideológico de fuerza y de equilibrio de la razón.”
También José Assandri (en su artículo en “Lapzus 3”) comenta sobre este efecto beneficioso del uranismo que predica Nin Frías:Su obra uranista fue una búsqueda. Y en su búsqueda formula una serie de procedimientos para enfrentar la persecución y la denigración. Tanto en ‘Alexis’ como en ‘Homosexualismo’ es posible leer una lista que comenzando con los bíblicos David y Jonatán, pasa por el ‘boté’ o ‘burdash’, conocido actualmente como el ‘berdache’ de las tribus aborígenes estadounidenses, personaje que no era ni hombre ni mujer. Nin Frías recala en los griegos y romanos, pasa por Shakespeare, Pater, para llegar a Wilde, Withman, Proust... Esa enumeración exhaustiva tenía una clara función política de mostrar aquellos uranistas a los que tanto les debe la humanidad.
A esa enumeración agregaba no sólo observaciones sociológicas, sino también lo que podríamos llamar una clínica invertida, en la que resaltaba aquellos “síntomas” que no podían calificarse de patológicos sino de productivos a causa de una ‘pathos’ o pasión que no debería considerarse negativa.
..........................
En oposición a lo que podían ser las imágenes de deformaciones a causa de trastornos hormonales (como en el libro “Estados intersexuales” de Marañón), Nin Frías publica las imágenes de aquellos uranistas que han sido valorados por su obra. E incluso publica imágenes de lo que eran los ideales de la belleza masculina en esos tiempos.
En su llamado a la ciencia Nin Frías esperaba que desde esos sitios surgiera la aceptación del uranismo. Llama incluso a los uranistas a que hablen de sí mismos a la ciencia, a que hagan pública su vida.
El libro “El Homosexualismo Creador o la amistad a lo largo de las Edades”, publicado en Madrid en 1933, es aún hoy considerado una obra clave de la literatura gay en nuestro idioma, el primer ensayo que presentó la homosexualidad de un modo positivo. Fue leído y apreciado por el gran Federico García Lorca.
Y volvemos a Carla Giaudrone, que finaliza su ensayo sobre nuestro autor con estas luminosas palabras:La escritura de Nin Frías crea un espacio estético cultural desde el cual son cuestionados los códigos convencionales de género por medio de la exaltación del deseo entre varones. Al igual que Rodó, Nin Frías ve en la antigüedad clásica un paradigma ético-estético de civilización, pero a diferencia de aquél, éste rescata del modelo grecolatino aquello que Rodó se obsesiona por suprimir (muchas veces sin éxito): la belleza física del adolescente varón y el deseo que este cuerpo despierta en otros hombres. Mediante un cuidadoso trabajo de selección, traducción y reapropiación de la versión helénica victoriana, Nin Frías propone validar para el medio hispanoamericano un discurso estético-sexual centralizado en el deseo homoerótico en donde la marca de diferencia aparece presentada no como aberración sino como fuente de crecimiento y valor cultural.
___________________________
Fuentes:
-“Diccionario Uruguayo de Biografías” de José Fernández Saldaña, Montevideo, 1945
-“La degeneración del 900” por Carla Giaudrone, Editorial Trilce, Montevideo, 2005
-Artículo citado de José Assandri en “Lapzus”
-“El amor de los muchachos”, Adrián Melo, Ediciones Lea, Buenos Aires, 2005
Imágenes:
-“Un burdel para homosexuales masculinos en la Londres victoriana”, según la “Enciclopedia de la Sexualidad”, Océano, 1993
- La otra, sacada de la web; de aquí en más, cuando no aclare el origen, es porque realmente no recuerdo de dónde la copié.
Dany:
ResponderEliminarEl chico besando una estatua es el actor porno checo Johan Paulik en el libro que lleva su propio nombre cuyo autor es el fotografo Howard Roffman. Editorial Bruno Gmunder del año 2001.
Paulik tiene ya 45 años pero ¿quién le quita lo bailado?
Gracias por el dato, Martin, muy detallista, me encanta tu estilo! Sí, recuerdo a ese actor de los años noventa, en mis primeras andanzas por internet. Muy lindo. Un abrazo, hermano, y gracias de nuevo, por estar ahí!
Eliminar